Juan Castro, de Coltauco, superó la drogadicción, enfrentó una inundación que destruyó sus herramientas de trabajo y hoy lidera un emprendimiento de muebles a medida con el que quiere inspirar a otros.

Desde Coltauco, en la Región de O’Higgins, Juan Castro (47) se levanta cada mañana a trabajar en lo que más le apasiona: crear muebles a medida en melamina. Pero detrás de su oficio hay una historia de esfuerzo, caídas y redención que no todos conocen. Hoy, a sus 43 años, Juan no solo lucha por sacar adelante su emprendimiento, sino también por demostrar que es posible reescribir la vida, incluso cuando todo parece perdido.

“Estuve 23 años en la droga. Llegué a vivir en la calle, a pesar 38 kilos. Nunca imaginé que podría salir de eso”, cuenta. Recuerda que el único que creyó en él durante ese período fue su papá. “Me dejaba pancitos escondidos de mi mamá, quien también lo estaba pasando mal por mi situación. Fue muy duro”.

La decisión de cambiar vino cuando tocó fondo. “Me di cuenta de que, si no me internaba, me iba a morir. Ahí comenzó todo”. Juan se internó, comenzó una nueva vida y tiempo después descubrió en la carpintería una oportunidad real de futuro. Junto a un socio comenzó a fabricar muebles a medida, siempre escuchando al cliente, adaptándose a sus gustos y necesidades.

Sin embargo, en 2023, cuando todo parecía avanzar, las fuertes lluvias que azotaron la zona centro-sur de Chile arrasaron con su taller. “El río que pasa cerca de mi casa se desbordó. En tres días se inundó todo. Perdí maquinaria, materiales, todo quedó inutilizable”. Fue un golpe duro, pero no suficiente para quebrarlo. El padre de su socio les prestó un terreno, y ahí levantaron un pequeño nuevo espacio de trabajo.

Ese mismo año, Juan decidió postular al concurso “Cumple Tu Sueño” de Fundación Banigualdad, organización que lo ha acompañado durante su camino emprendedor. Fue uno de los ganadores y recibió $1.500.000, que destinó de inmediato a comprar nueva maquinaria y materiales. “Banigualdad me ha ayudado demasiado porque me abrió la puerta a un capital que yo no tenía. Gracias a eso mi emprendimiento crece”, afirma con orgullo.

Además del apoyo financiero, Juan valora profundamente la confianza que la Fundación ha depositado en él. “Después de lo que viví, cuesta que la gente confíe. La estigmatización es muy fuerte. Pero ellos me trataron con respeto, me dieron herramientas, asesorías, y eso lo valoro enormemente”, expresa.

Hoy, su meta es agrandar el taller y transformarlo en un espacio que no solo le permita crecer económicamente, sino también ayudar a otros. “Quiero decirle a las personas que sí son capaces, que no importa lo que la gente diga. La gente no te define: uno se define a sí mismo”.

Rodeado de su familia, sus padres y amigos, Juan mira con optimismo el futuro. “Tengo una vida distinta. Tengo trabajo, tengo metas. Y ahora sueño con poder darle la mano a otros que están donde yo estuve, para mostrarles que sí se puede salir”, finaliza.

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