Con una vida marcada por tragedias personales, pero también por una tenacidad inquebrantable, Adriana Álvarez es el ejemplo de cómo la resiliencia, el trabajo duro y el apoyo comunitario pueden convertir los desafíos en nuevas oportunidades. Su historia, que atraviesa pérdidas devastadoras y momentos de extrema vulnerabilidad, es también la de una mujer que encontró en el emprendimiento no solo una fuente de ingresos, sino una forma de reconstruir su vida.
Adriana Álvarez llegó a Calbuco con 19 años, buscando una nueva vida lejos de la ciudad que la vio nacer, Valdivia. Atrás dejó no solo su hogar, sino también una relación difícil con el padre de su hija, una pequeña de tan solo siete meses. En esa huida, sin conocer a nadie, encontró refugio en la casa de su abuelo. A pesar de las dificultades, Adriana, con la fuerza de madre y la determinación de una mujer que no se deja vencer, decidió echar raíces en un lugar donde comenzaba a forjar su futuro.
Tras años de lucha y superación, encontró una nueva pareja y, juntos, tuvieron otro hijo. Sin embargo, la tragedia golpeó nuevamente cuando su pequeño falleció en un accidente a tan solo un año y siete meses. El dolor de perderlo en sus brazos marcó un antes y un después en su vida, dejándola sumida en una depresión profunda.
Adriana, decidida a seguir adelante por su hija y por ella misma, comenzó a trabajar incansablemente en distintos emprendimientos. Primero vendió berlines y kuchen, hasta que, más tarde, encontró un nicho en la venta de picorocos. Este negocio le permitió mantenerse a flote, mientras su familia también luchaba para superar las dificultades económicas.
Años después, Adriana quedó embarazada de su tercer hijo, Kevin, quien nació sin problemas, pero en el parto de su cuarta hija, Rouse, la niña sufrió graves complicaciones, un derrame cerebral que resultó en una parálisis en su lado izquierdo. Fue un golpe aún más duro para Adriana, que vio a su hija sufrir durante los primeros años de vida. Para cubrir los costosos tratamientos médicos de Rouse, Adriana se esforzó aún más, vendiendo todo lo que pudiera para generar dinero. En ese momento, su hija mayor también comenzó sus estudios universitarios, pero los altos costos del tratamiento de su hermana hicieron imposible seguir pagando su educación, lo que obligó a la joven a trabajar para ayudar a cubrir los gastos del hogar.
Adriana perdió todo lo que había logrado con esfuerzo: su bote para la pesca, la consolidación de su mini empresa y su hogar. Las deudas se acumularon, pero su determinación también lo hizo.
En medio de este mar de dificultades, Fundación Banigualdad se cruzó en su camino. Su historia, marcada por la lucha constante, tocó el corazón de las personas que forman parte de esta organización. Gracias al apoyo de la fundación, Adriana pudo acceder a microcréditos que le permitieron comprar insumos para sus emprendimientos, además de contar con una red de apoyo que la ayudó a mantenerse en pie.
«Fundación Banigualdad no solo me dio un préstamo, sino que me ofreció una verdadera familia. Aquí he encontrado apoyo, no solo económico, sino emocional», asegura Adriana, quien aprendió a confiar en el proceso, entendiendo que los desafíos solo son parte de un camino hacia la superación.
Lo más difícil de emprender, según Adriana, es no rendirse cuando todo parece perdido. «La gente dice que no puede, pero yo les digo que todo es posible. Aunque las cosas se pongan oscuras, siempre hay una salida», dice con determinación.
Hoy, Adriana, que comenzó desde cero, no solo ha logrado reconstruir su vida, sino que también ha puesto en marcha proyectos que benefician a su comunidad. «Lo mejor de emprender ha sido poder estar al lado de mis hijos, verlos crecer y ayudarles en todo lo que puedo. Mis hijos son mi razón de ser», explica con orgullo.
Su historia, marcada por la superación de obstáculos tan grandes como la pérdida de un hijo y las dificultades económicas extremas causadas por un tratamiento de salud, es una verdadera inspiración. Adriana se describe como una mujer fuerte y aguerrida, que no se rinde ante nada. «Si tuviera que dar mi vida por mis hijos, lo haría sin dudarlo», expresa con emoción. Gracias a su perseverancia y al apoyo de Fundación Banigualdad, no solo ha logrado salir adelante, sino también ayudar a otros a encontrar su propio camino hacia el éxito. Hoy, sigue luchando por su familia y su emprendimiento, demostrando que, por más difíciles que sean las circunstancias, nunca hay que rendirse.
Si quieres apoyar a emprendedores como Adriana y ser parte del cambio que Fundación Banigualdad impulsa en cientos de familias a lo largo de Chile, puedes sumarte como socio o realizar una donación. Con tu aporte, más personas podrán acceder a microcréditos, capacitaciones y redes de apoyo que les permitan salir adelante con sus negocios. Ingresa a www.banigualdad.cl y conoce cómo hacer la diferencia.
Fundación Banigualdad es una organización sin fines de lucro, que otorga microcréditos para el financiamiento y apoyo a emprendedores y emprendedoras sin acceso a la banca. De esta manera promovemos la inclusión financiera y la inclusión social, a través de la capacitación, basándonos en nuestros valores principales: solidaridad, responsabilidad y confianza.
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